viernes, 27 de junio de 2014

Una faceta nueva y poco explorada

Espero sus comentarios. Ya saben

RESULTADO FINAL

Por Eduardo Sánchez López

Edson abrió los ojos desconcertado. Lo primero que percibió con cierta confusión, fue estar en un espació de tierra, con minúsculas piedritas bajo sus pies y en la semioscuridad. Las formas y las cosas que lo rodeaban eran confusas a su vista.

Lo segundo de lo que se dió cuenta es que vestía un pantalón corto y una playera de futból. Algo pasó velózmente frente a él y, seguido a ello, muchos cuerpos se precipitaron corriendo a su alrededor, haciéndolo casi perder el equilibrio.

-¡Muévete, carajo! La estás viendo pasar y no la tocas.

Edson volteó hacia donde escucho la voz y observó a un tipo bigotón, igualmente vestido con ropa deportiva, que manoteaba y gesticulaba dirigiéndose a él.

--Parece que no me oyes, ¿te sientes bien?, pareces perdido.

Lo único que hizo Edson fué asentar repetidamente con la cabeza, sin terminar de precisar el motivo de su desorientación.

Se reconoció dentro de algo parecido a una pequeña cancha de futbol “llanero”, definitivamente en un horario nocturno, con escasa luz eléctrica, con el suelo duro y con más piedras que un camino de terracería. Las porterías eran pequeñas y sin redes, en las cuatro orillas de la cancha crecía algo parecido a pasto, el cual, viéndolo con más detenimiento, sólo eran hierbas silvestres mal cuidadas que ocasionalmente hacían que el balón fuera más despacio en su carrera.

Un silbatazo lo hizo salir de su letargo y se dió cuenta que había un par de árbitros que intentaban orientar lo que parecía un juego entre penumbras. Del que primero se dió cuenta Edson, fue del que se encontraba fuera de la cancha, en un pequeño establecimiento, al lado del terreno de juego, donde se veían dulces, chicles y paletas, junto a un refrigerador con bebidas varias. Y se dió cuenta primero de este, porque entre la confusión, una ´pequeña luz artificial se movía casi en la misma dirección en donde se dirigía el balón de juego.

Cuando volteó a ver el lugar de procedencia de dicha luz, vió a un tipo con un uniforme similar al que tenía puesto el tipo que sostenía el silbato en el centro del campo, junto a un deforme círculo de cal. El tipo del puesto de dulces dirigía un pequeño foco, esforzándose, al mismo tiempo de levantar y bajar el toldo de su puesto que muchas veces interfería en el paso de la luz. Esa misma interferencia ocasionaba que a ciertos momentos, las ojeras de su cara se marcaran en exceso y sus dientes chimuelos, que intentaban dibujar algo parecido a una sonrisa, pareciera una mueca informe.

Sobra decir que la iluminación no daba mucho para saber qué ocurría con el juego. La actitud del réferi central tampoco daba mucho espacio para explicarse lo acontecido. En medio campo se escuchaba constántemente la expresión “-¡Siga, siga... juegue!-” proferida por el árbitro central de manera displicente y casi automática cuando dos jugadores o más disputaban o, de plano, se amontonaban cerca del balón.

A causa de lo anterior, Edson escuchaba, repetidamente, exclamaciones desesperadas de jugadores de ambos equipos:
  • ¡Pareces ciego, árbitro!
  • ¡A ver si corres!... ¡quieres marcar todo desde aquí nomas!
  • ¡No puede ser, vas a provocar que se te escape el juego de las manos!
  • ¿Esperas que me rompan el pie para pitar algo? ¡eres un pendejo!
  • ¡Pinche árbitro baboso! Ya vi que no sólo tienes la cara.

El interpelado se limitaba a encogerse de hombros y a mostrar tarjetas amarillas a quienes lo enfrentaban con sus quejas antes que mostrárselas a aquellos que, queriendo o no, pegaban y empujaban de más. Esto lo hacía sin hacer aspavientos y permitiendo que los jugadores de ambos equipos le manotearan enfrente de la cara y lo empujaran con el pecho. Tal era la indiferencia del árbitro central que, no importando que los integrantes de los equipos le pidieran explicaciones y justificaciones de su proceder, les daba la espalda y los dejaba con la palabra en la boca. Con igual indiferencia, el que en un inicio hacía ciertos esfuerzos por alumbrar el campo de batalla, perdón, de juego, tal vez temiendo que a mayor luz, más visible sería su mal desempeño, no se preocupaba por mover el foquito en dirección de la jugada.

En tales observaciones se encontraba Edson cuando sobre su espalda sintió un fuerte empujón, sobre sus rodillas se arremolinaron algunas otras más y, a un lado, el balón botaba para irse rápidamente en otra dirección. Edson cayó de bruces sin meter las manos. Sintió un fuerte ardor en la mejilla derecha por las innumerables piedritas que se le incrustaron. La misma suerte corrieron diferentes partes de su cuerpo y, para colmo, encima de él cayeron otros cuerpos más, no supo si amigos o enemigos.

Como pudo, tocándose la cara para intentar apaciguar el dolor, se levantó empujando y quitándose a la fuerza a los jugadores que estaban sobre él. Rápidamente trató de ubicar al árbitro para, al igual que muchos más, expresarle un grito a forma de queja.

  • ¡ Eeeeey, eeeey!... ¿qué no ves?


El juez del juego se limitó a mirarlo por el rabillo del ojo,chasquear la boca y decir:

  • Siga jugando, no se queje... ¡esto es pa´ hombres!-, corriendo en otra dirección para evitar el diálogo.


Edson sintió cómo un calor interno subía por todo su cuerpo y se estacionaba en su cara. Los músculos de la cara se le tensaron y, crispando los puños, corrió hacia donde se movía el balón. En cuestión de uno o dos segundos ubicó la jugada pues los hombres en pantalón corto que disputaban la pelota de juego corrían como pollitos tras los granos de maíz, sin que hubiera alguien que controlara el balón por más de un momento. El juego se desarrollaba entre rebotes en la media cancha sin que ningún equipo mostrara capacidad de conjunto o habilidad individual para acercar el balón con peligro hacia alguna de las dos porterías. Por esa razón, los arqueros, entre bostezo y bostezo, gritaban indicaciones que nadie atendía.

A Edson lo enfurecieron los golpes recibidos, pero más le crispó los nervios el ver pasar el balón hacia un lado y otro y no poder estar cerca de él. Sólo necesitaba un motivo.

Cuando el esférico estuvo a un paso de él, supo que el momento era ese. Como pudo despertó a sus adormilados reflejos y embistió sin saber si el jugador era propio o ajeno. Empujo con cadera, con brazos y uñas, dió una patada voladora que cualquier practicante de arte marcial envidiaría y volteó, entre la confusión con el codo por delante. Cada uno de los golpes llegó a un destino. Las respuestas no se hicieron esperar: puños, manotazos, patadas, empujones, arañazos y jalones de camiseta empezaron a impactarse algunas veces en las personas y otras hicieron zumbar el viento.

La gresca se tornó en confusión. Todos soltaban golpes con lo que podían sin saber a quién. Los gritos y recriminaciones se mezclaban con el polvo y el olor a sangre del ambiente. De pronto, un grito detuvo en automático toda la revuelta:

  • ¡Eeeeyyyy! ¿ y tú, a dónde crees que vas?

Un jugador se encaminó, primero despacio y después apretando el paso, hacia un costado de la cancha donde el par de árbitros, ocupados en guardar el improvisado puesto y sus raquiticas pertenencias, emprendían la graciosa huída. Botando por los aires sus morrales, estos dos hicieron muestra de sus dotes de velocista y salieron como rayos en dirección de la calle más cercana con una cauda de gente a sus espaldas, que corría, vociferaba y se lamía sus heridas mutuamente.

No hubo goles durante el juego.



México, 27 de Junio de 2014




lunes, 9 de junio de 2014

Destapando el baul

Título:Batalla contra el dragón
Técnica: acuarela




Título:Flor y vuelo
Técnica: Acuarela




Título: El consuelo
Técnica: Pastel sobre papel




Título: El incomprendido amor
Técnica: Gouche



Título: Raíces al viento
Técnica: Chapopote sobre papel